Granada día 1

Llegamos a Granada a la hora justa para dejar el equipaje e irnos de cañas y tapas. No engaño a nadie si digo que no fue casualidad.

La primera parada fue en el bar Babel, un local moderno y sencillo donde lo que más destaca (si vas de ruta, obviamente) es su selección de cervezas artesanas de la tierra y sus tapas de fusión internacionales. Bebimos cerveza, fría y local, del Sacromonte y de Lanjarón, que estaban realmente buenas, potentes de sabor y con cuerpo. Un agradable cambio después de la omnipresente Cruzcampo de Sevilla. Aunque tuvimos menos suerte al elegir las tapas y ni las alitas orientales ni la brocheta erótica merecen ningún elogio por simples y desaboridas. Aún alucino con la brocheta erótica que eran dos langostinos asados haciendo un 69 muy animal.

Que empiece el Granada LentYantar Tour 17!

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Seguimos en un bar muy conocido, más por la cantidad que por la calidad, pero es cierto que sabíamos donde íbamos y, con todo, estuvo tan correcto como acostumbra. En la Antigualla nos tomamos un par de rondas de cervezas acompañadas de las clásicas roscas con jamón y una hamburguesa de segunda tapa que, por no intentar parecer lo que no es, nos sentaron estupendamente y nos llenaron la barriga para poder patear la ciudad con calma.

Terminamos la ruta de las tapas en la bodega Salinas disfrutando con una tapa de albóndigas excelente y una croqueta bastante conseguida de morcilla con mango que, sinceramente, me provocó sentimientos contradictorios. Por un lado es cierto que combinaba bastante bien pero por otro lado dejaba un regusto extraño en la boca que decía que no, que algo no terminaba de casar del todo.

Como somos muy responsables y era la primera vez que salíamos a una ciudad a contar nuestras experiencias gastronómicas, nos pusimos el traje de corresponsales y de las tapas y cañas nos fuimos a dar una vuelta por el Albaycín, a admirar la Alhambra desde el mirador de San Nicolás para, a la vuelta, regalarnos un te moruno con pastas árabes y una cachimba. Nuestro sentido del deber es muy profundo :-). En Granada el te es casi obligado y si, además, lo acompañas de dulces árabes, gana muchos enteros y como apenas hay opciones en esas cartas kilométricas, es muy difícil irse con mal sabor de boca. En la tetería del Bañuelo tomamos un par de tes negros mezclados con frutas y flores que resultaron ser suaves y olorosos.

Para cerrar el primer día nos regalamos una cena diferente en el Espacio Gastronómico La Borraja. Así de primeras puede sonar terriblemente exquisito y sobrevalorado pero lo cierto es que resultó ser un lugar cálido, con una excelente cocina y un servicio fantástico.

Comenzamos con unas brochetas de pollo, ternera y cerdo con diferentes salsas sobre una brasa que situaban directamente en la mesa y que, pese a la sencillez, estaban en su punto y las salsas aportaban un punto diferente a lo habitual.

Seguimos con unos panes bao, ese panecillo japonés cocinado al vapor, que contenía atún, pepino y rábano y que resultó muy agradable de comer.

El plato fuerte fue un costillar de cordero con cuscús que, esta vez si, estaba en su punto, con la carne jugosa, que se soltaba sola del hueso y muy, muy sabrosa. Mientras dábamos cuenta del plato ninguno de los dos dijo nada, algo muy raro y que pasa pocas veces.

Rematamos la (dura) jornada con un postre de tarta de galleta maría, con crispis crujientes y chocolate por encima que, otra vez, nos volvió a dejar mudos mientras nos peléabamos por llenar la cucharilla un poco más que el otro. A pesar del nivel de la cocina no fue una cena cara puesto que salimos a poco más de veinte euros cada uno y, sinceramente, ese cordero se lo merecía con creces.

De vuelta al hotel íbamos haciendo listas de sitios donde comer en los siguientes días porque ya se sabe que este oficio es muy duro :-).

Rollo Japo: matcha y bao en un rincón acogedor para los amantes de la comida.

Después de un rato muy agradable en el Intercambio de Idiomas en el Cofee Corner, cerca de la parada de metro San Bernardo, las cervezas nos abrieron el apetito y decidimos comer fuera. Como buena pesada que soy, volví a recordarle a Diego que quería ir a Rollo Japo (Calle Avicena,11), un restaurante que habíamos pasado muchas veces y al que tenía entre ceja y ceja desde que me enteré de que servían pan bao (mi reciente obsesión) así que para allá que nos fuimos

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Rollo Japo (cuya segunda «O» es un icono por lo que para mí siempre será «Roll Japo») se encuentra en el paseo que da justo al río. No es un lugar céntrico y básicamente sólo llegan allí los que saben a qué van y algún que otro despistado. El local es amplio y a pesar de que no tiene terraza interior lo que ya sería la gloria, si dispone de una en la parte exterior. En general, y al menos a la luz del día, no produce la sensación de ser un restaurante, sino más bien una cafetería acogedora en la que picar algo a la hora de comer.

El camarero fue super amable con nosotros: nos explicó todo lo que había en la carta y nos dijo los platos que tenían fuera de ella y también cargó con nuestras bromas con una paciencia infinita. Optamos por el tartar de pez mantequilla (para dejar de lado tanto tartar de atún y salmón de los que somos fanáticos), unos rollitos de pato, un Gua Bao de pollo (obviamente) y un surtido de sushi.

Rollo Japo: Tartar de pez mantequilla
Tartar de pez mantequilla

El Tartar vino acompañado de unas tostas básicas como las que puedes encontrar en cualquier supermercado pero que venían muy bien para diluir un poco el sabor del tartar que llevaba tan solo el pescado en sí y el aderezo. La verdad es que tenía un sabor estupendo y es recomendable para cualquier amante de los tartar y especialmente del pez mantequilla (y su sabor tan particular), que como cabe esperar era el protagonista total del plato.

Rollitos de pato

Los rollitos de pato estaban bastante ricos aunque no tenían ningún sabor sorprendente. Se parecían bastante al típico pato pekinés que todos hemos probado alguna vez en algún restaurante chino, solo que en esta ocasión el pato venía acompañado por unas verduras y frito en unos rollitos muy parecidos a los rollitos de primavera de toda la vida. Como digo, nada espectacular pero muy rico y preparado con mimo.

Bao de pollo

El bao de pollo venía acompañado con una salsa y mezcla de verduras y tomate y estaba realmente bueno. Puede que yo no sea muy objetiva pero es muy dificil fastidiar un bao si realmente te gusta el concepto. El pan blando se adapta a todo tipo de rellenos y en este caso no fue una excepción. Lo sirven de forma individual pero teniendo en cuenta que cuesta 2.50e por pieza, uno puede repetir varias veces si lo desea y la verdad es que yo me quedé con ganas de más.

Rollo Japo: Surtido de sushi
Surtido de sushi

Por último el variado de sushi para mí fue una de las cosas más reseñables de la comida. Fueron 10 piezas que compartimos entre los dos. Aparte de los tipicos makis de atún y salmón, cuyo arroz estaba muy bien hecho y el pescado estaba fresco y sabroso, habían tres makis diferentes que se quedaron con nuestro corazón. Compartimos el maki con fresa porque a los dos nos mataba la curiosidad de saber cómo podría quedar aquella mezcla tan raruna y he de decir que sorprendentemente queda muy rico. Obviamente no tiene el sabor del sushi que estamos acostumbrados a comer pero no está mal variar de vez en cuando. Las otras dos piezas también eran diferentes, uno de los makis llevaba foie y el otro un puntito de mermelada por encima y los dos estaban buenísimos a la vez que diferentes.

Rollo Japo: Mousse
Mousse de almendras y chocolate

Ya con el estómago lleno de buen rollo y sushi nos decidimos por el postre: yo un tiramisú de té matcha ( que no podía dejar pasar como buena fanática del matcha que soy) y Diego una mousse de almendras y chocolate. Ámbos fueron una buena guinda para una comida tranquila y rica.

Rollo Japo: Tiramisú matcha
Tiramisú de té matcha

En general la experiencia nos dejó muy satisfechos. El personal es muy amable y el servicio rápido y atento y la comida, sin ser algo espectacular, está más que aceptable y a la vez diferente de lo que solemos comer o cenar normalmente. Toda la comida y las dos Saporo que nos tomamos nos costó 12.5e por persona con lo que el precio también es muy razonable. Rollo Japo es uno de esos sitios en la ciudad que quizá no visitas con frecuencia porque está en un sitio muy específico y también porque la sobrecarga de estímulos gastronómicos en Sevilla es muy grande y siempre te llama a probar cosas nuevas, pero que si se da la ocasión vale la pena visitar para pasar un rato agradable y disfrutar de una buena comida o cena.

Hasta una nueva entrega de comida japo esos makis de foie y mermelada son todo un descubrimiento. Mientras tanto sigo a la caza de sitios en Sevilla en los que sirvan Bao. ¡Pronto más!

Brunch y mucho más en «La Cacharrería»

El otro día, en la cima de mi aburrimiento estaba viendo por segunda vez algunos de los videos de El cocinero fiel en su canal de Youtube cuando tuve la brillante idea de ver el video que dedica a los desayunos en Sevilla. En general me suelo fiar del criterio de Txaber Allué y en cualquier caso su serie de videos temáticos da una lista de sitios que visitar si uno quiere variar y descubrir lugares nuevos. A Diego y a mí nos resulta muy atractiva la idea de bajar al centro los fines de semana para desayunar sin prisas (lo que al final acaba siendo un desayuno obeso y tardío más parecido al brunch).

De los cinco locales que visitó el youtuber el que mejor impresión le causó fue una pequeña cafetería en el centro histórico de la ciudad llamada «La Cacharrería» (Calle Regina, 14). Nada más ver la captura de pantalla con el pan de centeno y al oír que tenían una variedad de mermeladas caseras ya estabamos añadiendo «desayuno en el centro» para la mañana del sábado en nuestro calendario.

Como ya he dicho el local se encuentra en pleno centro así que ni soñar el ir hasta allí en coche, no llegarías ni para la cena. Es una pena que el centro de la ciudad sea prácticamente inaccesible para cualquiera que no vaya en moto pero en cualquier caso merece la pena el esfuerzo de coger un bus y luego dar un paseo.

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«La Cacharrería» se encuentra en una estrecha calle llena de tiendecitas y cafés. Tiene una pequeña barra y tan solo dos mesas fuera y cuatro dentro del local por lo que lo mejor es ir a una hora en la que no se espere un gran afluencia de gente (lo que en una ciudad tan turística como Sevilla puede resultar difícil). En nuestro caso, a las 11 de la mañana, nosotros y nuestra inconsciencia, tuvimos que esperar un rato para que se liberase una mesa. En general y por lo que pudimos observar al tratarse de desayunos / meriendas, si hay cola suele avanzar rápido y en cuestión de diez minutos estabamos sentados a pesar de haber tenido dos grupos por delante de nosotros.

El local es muy pequeño y está atiborrado de cosas vintage y de curiosidades colgadas de sus altísimas paredes. De nuevo, la hora punta le resta bastante encanto al lugar ya que prácticamente no hay sitio para nada pero el suficiente como para disfrutar de un ambiente muy agradable. Como en muchos sitios de Sevilla, hay que ir a la barra a hacer tu pedido y a pesar de que sólo había una chica detrás de la barra y un chico sirviendo las mesas nuestra comida llego relativamente rápido.

Yo opté por un estupendo beagle de salmón que podría ser el bocado perfecto para los amantes de los desayunos salados. Me lo sirvieron caliente, recién hecho y considerando su precio (3e) el tamaño era más que aceptable. Se notaba que la elaboración era totalmente casera y no era uno de esos platos tan flipados con lo eco y supuestamente boho que se olvida del sabor. Vamos que me lo comí enterito (brotes de soja incluidos) y me costó desprenderme del bocado que le cedí a Diego para que lo probase. Para la bebida me decidí por un moka caramelo que aún teniendo una pinta espectacular (una alta capa de nata incluida) quizá resultó ser algo empalagoso para mi gusto (y eso que pude ver a un chico de la mesa de al lado añadirle azúcar y casi sufro un ataque de diabétes en el acto). Otros 3 euros más que razonables.

Diego por su parte pidió unas tostadas (enormes) con un surtido de tres mermeladas caseras. Visto lo rápido que desapareció todo de su plato se nota la elaboración propia y la calidad del pan de la tostada, algo que yo también puedo corroborar ya que pude robarle un cachito. También pidió un café con leche que como él mismo me dijo era de una calidad muy decente. Se agradece tener un café que se pueda beber para desayunar y no el aguachirri que sirven en la mayoría de los sitios y al que tanto estamos acostumbrados. Las dos cosas no llegaron a 3 euros y por 1 euro mas (!!!) pudo disfrutar de un zumo de naranja natural por cuyo simulacro en ácido y de un tamaño menor fácilmente puedes tener que pagar más de 2 euros en otros sitios. Vamos que Diego tampoco se equivoco ni un pelo en su pedido.

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Durante nuestra estancia en la Cacharrería entraron muchos extranjeros (seguramente por la localización del lugar) pero en general la mayoría de gente era local y en muchos casos se notaba que eran asiduos y no me extraña. El servicio es rápido y amable a pesar de la hora punta, la decoración curiosa y la carta más que interesante y nada agresiva con la cartera de los clientes. El festín que nos dimos y se puede apreciar en la foto no superó los 12e. Definitivamente vale la pena dedicarle un rato para desayunar o merendar muy agusto. Se agradece encontrarte con un sitio acogedor en el que cuidan los detalles y convierten los desayunos en algo más que «me como lo que sea rapidito y ya». Aparte de su variedad de beagles y tostadas también tienen smoothies, batidos, cereales con frutas y dulces y me quedé con ganas de probarlo todo. Habrá que volver. Ay qué pena.