Procesiones, semana santa y tajín con albaricoques y ciruelas

Plantarse el martes santo a las nueve y pico de la noche en la Alameda de Sevilla con la clara intención de subir hasta la plaza del Duque de la Victoria a ver las procesiones y sin haber cenado nada, es de mentes preclaras como las nuestras. Con semejante barullo de gente, nazarenos y penitentes y la imposibilidad de ver nada ni de hacer una mísera foto, decidimos comer algo por la zona para hacer un último intento un rato después. La pregunta que surgió fue ¿dónde? Ya no resulta sencillo cenar por la zona un martes normal, intentarlo en plena semana santa es una odisea.

Bajábamos por Trajano descartando franquicias y viendo las colas de gente que intentaban lo mismo que nosotros y hablábamos de coger la moto e ir lejos del centro y las aglomeraciones a cenar algo tan de ese tiempo como una montaña de sushi, cuando pasamos frente a un restaurante hindú con un par de parejas sentadas en el comedor. Echamos un vistazo rápido a la carta y nos decidimos a pasar con la idea de darle una segunda oportunidad a las procesiones. Se trataba del restaurante tetería Al Sultan y tardó unos pocos minutos en llenarse, en parte porque está en la subida a la plaza, en parte porque la comida es buena y no resulta caro.

El local está decorado con motivos árabes y la carta, que resulta curiosa y bien surtida, no desentona, no tiene platos de otras culturas o, como ya hemos visto demasiado, se suben a la última ola metiendo algo que no pega ni con cola. En esta ocasión la carta es extensa, lógica y con gusto. Como era la primera vez pedimos una ensalada dolma, un tajín de ternera con albaricoque y ciruelas y una musaka de carne y lo acompañamos con un poco de pan y unas cervezas.

El primer plato tarda poco en llegar y abrimos boca con la dolma y los paquetes de hoja de parra rellenos de arroz, que son sabrosos y están perfectos entre la ensalada.

Luego llega el tajín, espectacular y delicioso que nos dejó a ambos boquiabiertos. Anastasia, que andaba con un catarro terco que anulaba su sentido del gusto, se deleitó con la ternera, el albaricoque y las ciruelas en una armonía perfecta. Fue tal el éxtasis alcanzado que dejamos los platos y la fuente limpios y brillantes.

La musaka de carne, aunque muy buena, llegó tras el plato estrella de la noche y eso, desde mi punto de vista, le perjudicó. A pesar de todo estaba muy buena, con suficiente carne para poder identificarla (odio, odio profundamente esas lasañas/musakas/canelones/loquesea de carne invisible) y con una bechamel suave y sabrosa que armaba un conjunto notable.

Al final cenamos mucho mejor de lo esperado dada la zona y, con el sabor del tajín en la memoria, remontamos la calle Trajano y nos dispusimos a ver procesiones y pasos de semana santa.

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diego

Pues eso, alguien loco, con cinismo, pleno de deseo y vacío de saliva de tanto gritar en el desierto.